EL ESPÍRITU SANTO ¿QUIÉN ES?
EL ESPIRITU SANTO, ¿QUIÉN ES?
Por Diego
JARAMILLO
(Extraído de Nuevo Pentecostés, n.44-45)
Renovación Carismática Católica en España ♦ Material de Formación
(Extraído de Nuevo Pentecostés, n.44-45)
Renovación Carismática Católica en España ♦ Material de Formación
Porque si queremos
sentirnos hijos del Padre, Él es el Espíritu del Padre, puesto en
nuestros corazones, que nos hace gritar "ABBA", "TÚ ERES NUESTRO
PADRE"; si queremos hablar de Jesús, S. Pablo nos dice en la carta a los
corintios que "nadie puede decir Jesús
es el Señor si no es movido por el Espíritu Santo".
Si queremos hablar de la Iglesia, Él es el alma de la Iglesia, Él hizo nacer a la Iglesia en Pentecostés.
Si queremos hablar de la Virgen María, Él fue el que bendijo las entrañas de la Virgen y ¡la convirtió en la Madre del Señor Jesús!
Y así, cualquier tema que nosotros tratemos de explorar,
podemos hacerlo únicamente por la gracia, por el amor, por la fuerza, por la
asistencia de ese Espíritu Santo de Dios,
al que invocamos diciéndole que more en nosotros y nos ilumine con su
resplandor.
En la Renovación Carismática se habla mucho del Espíritu
Santo, se le invoca. En todas las partes del mundo hay emblemas del Espíritu;
la paloma, sobre todo, es un emblema del Espíritu que se ve en los estandartes,
en los libros, etc. Y muchos cantos en la Renovación lo invocan y lo alaban. Y
sin embargo, yo me pregunto si somos plenamente conscientes del valor del
Espíritu de Dios, no en el aspecto de vivencia —yo pienso que en la
Renovación Carismática todos queremos abrirle las puertas del corazón— sino en
la necesidad de madurar en la fe. El Papa León XIII decía hace un siglo que del
Espíritu Santo se habla mucho, pero se
preguntaba él hasta dónde los cristianos que hablan de Él lo hacen con
una fe madura, siendo conscientes de su acción, de su bendición en nosotros.
Cuando en los primeros años de la Renovación, hacíamos
el Seminario de Vida en el Espíritu, eran seis o siete enseñanzas sobre los
temas fundamentales de la fe cristiana. Estaba primero el del amor de Dios,
venía después el de la Salvación en Cristo Jesús, y luego se hablaba de una
Vida Nueva, se hablaba de la Conversión. Y
en quinto lugar se hablaba del Don del Espíritu Santo, más tarde se
hablaba de la madurez en Cristo, del crecimiento en Jesucristo. Y podría
parecer, aún dentro de la Renovación Carismática, que ese quinto tema era
"el quinto tema". Sin
embargo, yo un día meditando en eso pensé que realmente ese era "EL
TEMA" que daba sentido a los otros seis temas. Que si ese tema no se
vivía, si no dejaba de ser únicamente la enseñanza de un Seminario y de un
testimonio y de un compartir..., sino que se volvía realmente en una PRESENCIA y una VIVENCIA muy intensa del Espíritu Santo, los otros seis
temas no tenían sentido, porque nosotros no podemos sentir, ni percibir, ni
vivir el amor del Padre si no se derrama
ese Amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido
dado" (Rm. 5, 5).
Nosotros no podemos realmente llamar a Dios "Padre nuestro" si el Espíritu Santo
no lo está gritando en nuestro corazón y nos está impulsando a que a Dios le
demos el nombre de "ABBA, PADRE". Nosotros no podemos recibir la salvación
de Jesús, realmente no somos hombres salvados por Jesucristo, si Él no nos baña
primero en su Espíritu Santo. Sólo cuando Jesús desde la derecha del Padre, con
todo el poder que Él tiene en su Señorío, derrama sobre su Iglesia la fuerza de
su Espíritu, en ese momento, nosotros, bautizados en su Espíritu, podemos decir que hemos
pasado de las tinieblas a la luz y del pecado a la gracia. Que hemos dado una
vuelta total en nuestra vida, que es lo que llamamos una conversión y por eso,
ese tercer tema de la conversión no lo podemos vivir si no le decimos al Señor
como leemos en Jeremías: "SEÑOR CONVIÉRTENOS y NOS CONVERTIREMOS''; que
seas Tú, Señor, el que nos da la media vuelta hacia Ti y nosotros con ese
impulso tuyo estaremos fijando en Ti nuestra mirada y no nos apartaremos de Ti.
La VIDA NUEVA es Él en nosotros. La VIDA NUEVA no es,
como a veces tal vez, con cierta limitación de miras, lo podemos presentar:
antes estábamos en el alcohol, o en el
cigarrillo, o en cualquier pequeño o grande vicio que pueden tener los
hombres..., y de pronto cambiamos. NO, la Vida Nueva es que antes vivíamos
lejanos de Él; ahora vivimos cercanos a Él. La VIDA NUEVA ES QUE ÉL VIVE EN
NOSOTROS, que ya podemos decir con San Pablo "Mi vivir es Cristo, y
ya no vivo yo, es Él el que vive en
mí"; y ya no oro yo, es Él el que ora en mí; y ya no canto yo, es Él el que canta en mí, es
Él actuando plenamente en mí. ESA ES LA
VIDA NUEVA, antes era la vida mía y
ahora es la vida de Él en mí; Él morando en mí.
No se puede, CRECER EN EL CONOCIMIENTO y EN LA GRACIA DE
JESUCRISTO, si no es por la fuerza del Espíritu, por esa savia vital que es Él
actuando en cada uno de nosotros. Ningún aspecto de la vida cristiana tiene
realidad ni fuerza, ni vigor, ni sentido, si no es porque el Espíritu Santo está actuando en
nosotros. Está ayudándonos, está empujándonos, nos está dando la fuerza, está posibilitándonos para
que vivamos esa experiencia espiritual.
¿QUÉ ES LA EUCARISTÍA SIN EL ESPÍRITU SANTO?
Pues, sencillamente, un pequeño rito con pan y vino,
pero cuando viene la fuerza del Espíritu Santo, cuando se invoca el Espíritu de
Jesús sobre ese pan y sobre ese vino, convierten en el Cuerpo y en la Sangre
del Señor, y ese Espíritu que hizo fecundas las entrañas de la Virgen María
transforma el trigo y transforma el vino en Cuerpo y Sangre de Jesucristo el
Señor.
Y así podríamos decir de cada Sacramento, de cada
realidad de la Iglesia, de la realidad grande que es nuestro prójimo, nuestros
hermanos. Si son hermanos es porque hay un Espíritu Santo que vive en cada uno
de nosotros y es el mismo, sin estar dividido, viviendo en mí y viviendo en ti.
Eso es lo que nos une, que a pesar de
que seamos distintos hay UNA PERSONA ÍNTIMA, INTERIOR, QUE NOS ES COMÚN A TODOS
NOSOTROS..., y es como el cemento que une las piedras vivas que configuran el
templo del Señor.
CON EL ESPÍRITU SANTO, la "nada", lo
"pequeñito", lo "atomizado" llega a una plenitud, y sin el Espíritu Santo todas las cosas se
vuelven NADA. Con el Espíritu de Dios,
la tiniebla se vuelve LUZ y la Palabra adquiere profundidad de sentido y de
sonido, que no tendría cuando somos los hombres solamente tratando de gritar y
de llegar al oído de los demás. Por eso, el tema del Espíritu Santo es
fundamental, para cada uno de nosotros, que de una u otra manera estamos
viviendo y somos realmente beneficiados de esta
corriente de gracia y de amor de ese MANANTIAL que brotó en la Iglesia
hace unos años. Para cada uno de nosotros, fue ABRIR LOS OJOS DELANTE DE ESA
LUZ NUEVA, CAPTAR ESA MODALIDAD DE AMOR QUE DIOS TIENE PARA NOSOTROS Y ESA
PRESENCIA DE ÉL EN NUESTROS CORAZONES, ES UNA GRACIA, UNA BENDICIÓN ESPECIAL.
Es curioso que, a pesar de tener tanta importancia en la
vida de los hombres, de la Iglesia, de los creyentes, de los discípulos de
Jesús, realmente se hable poco del
Espíritu Santo. Hablamos sí, en la Renovación Carismática; tal vez, sin
profundizar mucho... Yo me siento frustrado ante lo que no hemos hecho todavía
en la Renovación Carismática para que el mundo lo conozca a Él. Todavía no hemos producido obras serias de divulgación y
de conocimiento y de predicación sobre el Espíritu de Dios. Tenemos libros
sobre sanación física, sobre sanación interior, sobre sanación de relaciones,
sobre la sanación del árbol genealógico..., de todo. Todo se puede sanar; por supuesto que es la acción de
Él, pero somos egoístas y estamos viendo en qué medida nos beneficiamos de una
u otra manera. Pero, sobre Él, que ES EL QUE SANA, sobre Él que es la FUERZA,
que es el DON, que es la GRACIA, sobre
Él que es la PRESENCIA, sobre Él que es la PERSONA..., vivimos un poco
callados. Cuando viajo siempre voy a las
librerías y el libro que diga
"Espíritu Santo" en la carátula, ése lo compro. De manera que tengo una buena
biblioteca de libros del Espíritu Santo. Por supuesto que hay unos buenos y
otros flojos..., unos que me aportan mucho, otros que me aportan menos..., pero
todos dicen del Amor del Espíritu de Dios. Pero, muchos de esos libros se quejan precisamente
de lo poco conocido que es el Espíritu y le aplican —tal vez forzando un poco
los textos bíblicos— dos palabras que aparecen en la Sagrada Escritura.
Una es cuando Pablo está predicando en Atenas y después
de pasearse por todas las calles de Atenas buscando cómo llegar con su
evangelización a los griegos, les dice: "Ciudadanos atenienses, yo he visto
que vosotros sois los más religiosos de los hombres, tanto que paseando
por calles y plazas he encontrado un monumento que dice: “AL DIOS DESCONOCIDO”
(Hech 17, 23). A ese Dios desconocido, es al que yo vengo a anunciar". Esas palabras que
Pablo decía en general de Dios, se las podemos aplicar de una manera muy concreta
a la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad. Él es un Dios desconocido.
Si no existiera el Espíritu Santo; —supongámoslo como en
un imposible, y sólo existieran el Padre
y el Hijo—. ¿En qué cambiaría tu vida?
Tu familia, tus negocios, tu trabajo, tu comunidad, tu oración... ¿en qué
cambiaría? Y tal vez muchos honradamente, podrían decir: "Pues quizá no
cambiaría en nada, porque Jesús está vivo, yo lo estoy invocando. El Padre del
cielo es el que me lo da y yo lo invoco porque yo oro". Tal vez, la
respuesta de alguno sería: “Pues no, mi vida no cambiaría en nada”. Pero la
respuesta es: "MI VIDA CAMBIARÍA EN TODO". ¿Por qué? Porque yo no
puedo ser hijo de Dios, ni lo puedo invocar, ni lo puedo llamar PADRE si no es
porque tengo su Espíritu en mi corazón, y si yo no tuviera su Espíritu en mi
corazón Él no sería mi Padre ni yo sería su hijo.
Tampoco puedo hacer un acto de fe en Jesús hecho Señor
para la gloria del Padre, si no es ¡por el Espíritu Santo! y
al fin y al cabo, Romanos dice: "Los que no tienen el Espíritu de
Cristo no son de Cristo"; de manera que si yo no tuviera, si no hubiera
Espíritu Santo, yo no sería de Cristo! Todo lo que Cristo hizo y el gran honor de Jesús es que Él, hecho de
carne como la nuestra y en todo semejante a nosotros menos en el pecado,
estando a la derecha del Padre, pueda
derramar el Espíritu Santo. Jesús con cuerpo de hombre, derramando a Dios,
Jesús haciéndonos dioses; Jesús dando a Dios en el corazón de los hombres; ¡ese
es el mayor señorío de Jesús!, es decir, un Hombre que comunica a Dios, un
Hombre que salva, que santifica, y eso no lo podría hacer Jesús si no tuviera Espíritu Santo, porque no tendría
nada que dar, porque su regalo les el
Espíritu! y como el Espíritu es el que hace Iglesia, si no hubiera Espíritu
nosotros seríamos una sociedad anónima, seríamos un sindicato de siervos de
Jesús pero no seríamos una Comunidad, no habría una unión íntima entre todos
nosotros, PORQUE EL QUE HACE LA UNIÓN ES EL ESPÍRITU. Cuando decimos:
"Hermano, yo te amo", el amor es
Él derramado en nosotros, de manera que tampoco habría amor. Y así,
cualquier aspecto y todos los aspectos de la vida cristiana que se deshacen si
no fuera por la gracia del Espíritu Santo.
De manera que cuando se habla de "crecer en la
gracia y en el conocimiento de Jesucristo" y "los cursos de
crecimiento" que hacemos, y "la vida cristiana adulta", y todo
ese dinamismo que Él ha derramado en la
Iglesia nos lleva a llenarnos del Espíritu Santo, no hay otra forma. Porque en
el orden del amor del Padre, "Dios Padre amó tanto al mundo que le dio a
su Hijo", y ese Hijo por amor a nosotros, derrama su Espíritu; su promesa
es el Espíritu, para que el Espíritu, viviendo en nosotros, nos lleve hacia
Jesús y
con Jesús al Padre. De manera que se completa el camino: el Padre al
Hijo, el Hijo al Espíritu, el Espíritu a nosotros, y movidos por la fuerza del
Espíritu, nosotros a Jesús y con Jesús al Padre. Pero la fuerza que nos lleva
hacia el Padre Es el Espíritu; si cortamos la fuerza del Espíritu, si reducimos
a dos las Personas Divinas queda Dios lejano y los hombres más lejanos
todavía.
¿Por qué será que teniendo tanta importancia, tenemos
ese desconocimiento respecto al Espíritu Santo, por qué será que estamos como
distraídos del Espíritu Santo? Dicen que el Espíritu Santo es humildad de
Dios", que el Espíritu Santo es "el silencio de Dios". Es decir,
Dios actuando en nosotros, pero no interesado en que nosotros estemos siempre
mirándolo, sino que Él es como el ojo que nos permite ver pero al mismo tiempo
no se deja ver. Él es la luz interior que nos permite percibir, pero al mismo
tiempo no se deja descubrir. Por eso dicen que el Espíritu Santo es como el
sol, cuando el sol sale brillante en la mañana en un cielo sin nubes, todo lo ilumina, pero uno no lo mira porque la luz
del sol encandila, molesta al ojo, si acaso uno mira un momento pero aparta la
mirada del sol. Pues algo así es el Espíritu, uno no lo puede mirar, pero si El
no saliera todo estaría en oscuridad. El
Espíritu Santo, es el que ilumina el misterio del Padre, el que permite conocer
el misterio de Jesús, el que permite ver la Iglesia, todos los Sacramentos...,
Él fue el que habló por los profetas en la Palabra revelada, Él es el que
produce frutos de amor. Él es el que distribuye carismas, Él es el que hace la
comunión entre los hombres, Él es el que perdona los pecados, Él es la
reconciliación de los pecados, como lo llama la
Liturgia; Él es el que resucita a los muertos, como nos dice S. Pablo: "El Señor va a resucitar
vuestros cuerpos mortales con el mismo Espíritu que resucitó a Jesús..."
Ello hace todo. ES DIOS EN NOSOTROS, y sin embargo
discreto, silencioso, callado.
La doctrina cristiana, nos ha enseñado: amarás a Dios
con toda tu alma, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti
mismo. Pero ¿qué quiere decir amar a Dios? No se le ve apenas se le conoce.
Nos contestan: “Mostrareis vuestro amor a Dios por la
observancia de sus Mandamientos, y por vuestra bondad para con el prójimo”
(Jun. 14, 15-21). De esta manera el
amor se reduce a un acto de voluntad.
Esta respuesta tiene una desventaja; ha producido en muchos cristianos la
impresión de que el amor de Dios no tiene nada que ver con el amor que se
tienen los amigos, o los amantes. Pero entonces, ¿dónde está en las relaciones
con Dios la intimidad, la ternura, la reciprocidad, las atenciones, el calor;
en una palabra el aspecto emocional que caracteriza todo amor entre los
hombres?
Como respuesta; a la oración, el Espíritu Santo derrama
la fuerza de su amor en los corazones. En ese momento se unen al Señor que
saben que es verdadero y profundo. Se adhieren a Dios con ardor, afecto, como
un marido a su mujer, un niño a sus padres. Dios es amado de verdad. Muchos se
dan cuenta entonces de la paternidad divina, según las palabras de S. Pablo.
Por eso, es necesario evitar en la oración todo
formulismo para así poder entrar en un clima de
dialogo intimo filial con "Aquel" que sabemos que nos escucha
siempre.
Las fórmulas rompen el dialogo. Jesús para orar buscaba
siempre la soledad del corazón. ¿Hacemos nosotros lo mismo? La oración es el
medio, el instrumento lo único que nos capacita para hacer su voluntad y "no" la nuestra.
Para Jesús su alimento era hacer la voluntad de su
Padre. Mientras más interioricemos la oración, más nos iremos llenando del
Espíritu y así edificaremos la casa sobre roca firme; es decir que nuestra vida
irá cambiando al estilo de Jesús y
seremos hombres nuevos. Si por el contrario nuestra oración se reduce a
fórmulas nuestras no va a cambiar, porque no hemos abierto la puerta al Espíritu con esa casa
edificada sobre arena. Nos pasaremos la vida diciendo: “Señor, Señor”; pero eso
no nos va a ir cambiando en nada, y seguiremos siempre siendo los mismos. Si
somos egoístas seguiremos con nuestro egoísmo; si somos orgullosos, pues lo
mismo; si alguien nos cae mal, ni lo
saludamos, y así sucesivamente.
Por tanto dejemos de ir a la oración con formulismos, y
vayamos a ella con un corazón sencillo; deseoso de que Él nos comunique cuál es
Su voluntad, y nos ayude a cumplirla en todo momento. Y Su voluntad es, que amemos, y tengamos sus
mismas actitudes y sentimientos sobre todo con los más necesitados.
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