ESPIRITU SANTO (II)
ORACIÓN DE ALABANZA
Condición para este tipo de alabanza es dejar al
principio de nuestra oración, los propios problemas. Al dejar los problemas que nos acosan al
entrar en la oración, nos disponemos mucho mejor para entrar en la presencia
del Señor. Es algo así como los musulmanes que para entrar en la mezquita para
orar se descalzaban dejando sus babuchas en la puerta. Por eso, en los grupos
de la renovación carismática la oración
de petición se deja para siempre para el final. Muchas veces nos
encerramos en nuestros problemas, y esto
es, cómo si a una pared blanca hubiese una mancha negra y solo nos fijásemos en
esa mancha; veríamos toda la pared negra. Pero si nos alejásemos un poco
veríamos mejor la realidad. Y la realidad no es una inmensa mancha negra, sino
una pared blanca con una mancha pequeña.
Y esto es lo que hacemos en la alabanza distanciarnos de
nuestros problemas, no para desentendernos de ellos, o para olvidarlos, ¡no! No
se trata de eso, sino de ver la realidad
que nos rodea y la grandeza de Dios; y
luego ya podremos enfocar ese problema a la luz de la realidad, y tratar
de analizarlo para así presentárselo al Señor. Por eso en la oración de
intersección, antes de pedir lo que nos falta hay que comenzar dando gracias
por lo que ya tenemos.
Es verdad, que la oración en grupo ha de ser espontánea,
pero si cada uno va a la oración a soltar su propia intervención sin tener en cuenta la oración
de los demás habrá muchas oraciones yuxtapuestas, pero no habrá verdadera oración de comunidad. Si por
el contrario escuchamos, hacemos nuestra la oración del hermano. Si nos dejamos
sumergir en el corazón de una comunidad que ora, pronto comenzará a hacerse patente el Espíritu y así se irán entrelazando las diversas
intervenciones en las que va surgiendo un hilo conductor: un tema, una palabra
especial y esto sin que se haga de un modo disonante, ni destructivo; sino
armonía.
Es cierto que no podemos, ni debemos esquematizar ni estructurar nuestras
reuniones; pero si debemos seguir un orden para no desviarnos de los temas a
tratar. El mismo Espíritu Santo, es un espíritu de orden y, es así por nuestro
propio bien. Yo creo que la experiencia nos lo dice bien claro; cuando hay
orden las cosas salen mucho mejor y se ven que son del Señor, en cambio cuando
no hay orden todo es desastre y no aparece el Señor por ninguna parte; no solo
aquí sino en cualquier lado podemos ver que esto es así. Y si esto es así cómo podemos comprobar, será
mejor hacerle caso al Espíritu Santo dejándonos guiar por Él. No hace mucho leí: En el "barullo" no está el Señor.
Para mí esto es cierto. Si yo buscará una tertulia de amigos iría a cualquier parte menos a un grupo de oración. Y no es, que una tertulia entre amigos este mal, sino todo lo contrario; pero cada cosa debe ir en su sitio; requiere tiempo y espacio. ¿Qué pretende un grupo de servidores? Pienso que principalmente encontrarse con el Señor. Por eso nos ponemos en Su presencia para orar. El encuentro con Jesús nos compromete, nos pone a trabajar. De ahí parte nuestra reunión de trabajo, Que cómo repito no es una tertulia entre amigos: no se puede interrumpir con comentarios que no vienen al caso, es que después nos distraemos con aquel comentario del hermano y nos salimos del tema.
Para mí esto es cierto. Si yo buscará una tertulia de amigos iría a cualquier parte menos a un grupo de oración. Y no es, que una tertulia entre amigos este mal, sino todo lo contrario; pero cada cosa debe ir en su sitio; requiere tiempo y espacio. ¿Qué pretende un grupo de servidores? Pienso que principalmente encontrarse con el Señor. Por eso nos ponemos en Su presencia para orar. El encuentro con Jesús nos compromete, nos pone a trabajar. De ahí parte nuestra reunión de trabajo, Que cómo repito no es una tertulia entre amigos: no se puede interrumpir con comentarios que no vienen al caso, es que después nos distraemos con aquel comentario del hermano y nos salimos del tema.
—Tenemos que formarnos. No pensemos que la formación es
únicamente para los demás. Es para mí, y terminará cuando parta de este mundo
hacia la Casa del Padre.
—En una reunión no se puede tirar cada uno por su
lado, ya que esta postura no es del Señor. Esta actitud es grave. Y ¿por qué?
1) Crea
división en el grupo.
2) El
servidor que llega al grupo con la pretensión de encontrar al Señor y trabajar
por Él para su Gloria; al ver que unos tiran de un lado, y otros tiran para
otro, que todos hablan al mismo tiempo; como no hay orden y en el desorden no está
el Señor, ¡se ve, lógico!
Con nuestro
"barullo" apagamos el fuego del Espíritu Santo y no dejamos que el Señor nos hable. Hablamos
mucho del Señor, pero hablamos poco tiempo con Él.
El protagonista del grupo es el Espíritu Santo, pero
inconscientemente este detalle se nos olvida, queriendo hacer veinte mil cosas
"nosotros" como si Él no estuviera.
Temor de Dios significa: tomarse las cosas de Dios en
serio; y si el Señor nos convoca en su Nombre hagámoslo con alegría, pero al
mismo tiempo con seriedad.
ASAMBLEA DE ORACIÓN
Una asamblea de oración, no es un grupo en donde se
hacen oraciones espontáneas con oraciones bonitas de alabanza, de acción de
gracias, o de petición. Sino que es sencillamente, una reunión de bautizados en
el Espíritu para alabar, bendecir y glorificar al Señor. Y al Señor hay que
hablarle con un corazón sencillo y sintiéndonos pobres delante de Él, ¡seamos
como niños! La oración no puede estar
nunca estructurada y esto es sencillamente para que pueda ser dirigida única y
exclusivamente por el Espíritu Santo. Hay quién dice: la oración la dirige
fulanito, y ¡no es así!
Nadie puede dirigir la oración en el Espíritu, solo Él
la dirige. Por eso repito, la finalidad del grupo no consiste en hacer
oraciones espontáneas, sino en hacerlas bajo la unción del Espíritu Santo.
Cuando la oración es conducida por el Espíritu Santo se percibe una perfecta
armonía. En cambio si no está conducida por el Espíritu Santo todo está en
desarmonía.
¿Por qué cuando alguien llega los demás se distraen?
Pues, por no tener demasiada conciencia
de la presencia fuerte del Señor. En
cambio si el grupo toma conciencia de la presencia del Señor y está haciendo
una alabanza grande nadie se distraerá, y
no solo eso, sino la persona que llega, enseguida sentirá la presencia del Señor y se integrará
al momento en la oración.
Las mismas peticiones si se hacen al final de una larga
alabanza, cambian de estilo se hacen con
el corazón en paz, son más confiadas y eficaces.
Y esto es cierto, no me lo estoy inventando; recuerdo de
que un día la reacción que tuvo conmigo un íntimo amigo mío me molestó mucho, y
a pesar de tenerle un gran afecto ya no quería saber más nunca sobre él, y es
más pensaba criticar su actitud. Pero después de una larga oración de alabanza
mis malos pensamientos se evaporaron. Pensé en la actitud que hubiese tenido
Jesús. Así que lo llamé por teléfono como lo hubiese hecho Jesús y terminamos
riéndonos.
Por tanto la oración en el Espíritu, "cambia
vidas". No se puede orar en el Espíritu y no cambiar. Cuánto más conduzca
el Espíritu la oración más cambia la persona y el grupo.
Miren, pongan mucha atención a esto: Una asamblea de
oración no es un estudio bíblico, ni puede haber en ella ningún tipo de
discusión, ni es un consultorio para personas con problemas. Para eso están los
servidores, cuya misión, es la de
descubrir las necesidades de las personas que llegan al grupo, pero no dentro de la asamblea. No rompamos el clima
de oración, ni ahoguemos al Espíritu Santo. Es muy importante el orden en la
asamblea como exhortaba S. Pablo. También es muy importante que los cantos
estén adecuados a cada momento de la oración, no hagamos un festival de música.
Porque si el Señor nos ofrece Su misericordia "hoy", la misericordia de Dios es la que quita el escándalo de mi
hermano, y me hace ver a mi hermano con ojos nuevos; a verlo por dentro como le ama el Señor y no verlo por fuera
como le amaría yo.
Y hay otra afirmación en este texto; y es que la misericordia indica compasión,
y la compasión significa ponerme en
lugar del otro. Nos está diciendo el Señor que se va a poner en lugar nuestro,
y que nos va a dar el "don" de ponernos en lugar de los demás para que nunca más juzguemos, ni
critiquemos sino que aceptemos a los demás como Él nos acepta a nosotros.
Y todos sabemos que Dios es Amor. Cuando Dios ama,
ama destruyendo nuestros ídolos,
idolatrías y presunciones. Tiene que destruir nuestros planes, tiene que
destruir el habernos apropiado tantas veces de sus "Dones", y muchas veces nos tiene que humillar el Señor
para que aprendamos, para que no nos creamos que sus "Dones" sean
nuestros, para que no le robemos la Gloria que solo a Él le pertenece. Cuando
empezamos a aparecer Dios nos humilla, y
¡hace bien en humillarnos! Para que aprendamos, que aún con todos los
Dones de Dios, no somos "nada" que el único que ha crecido en nosotros es Él. Esta destrucción que el Señor
hace en cada uno de nosotros provoca en muchas rebeldías. Pero como dice
el texto: "No resistáis al
Señor". Que cuando venga la humillación, la depresión, la enfermedad no
resistamos a la mano del Señor que está destruyendo esa vasija que se cree
"algo" para hacer de nosotros algo nuevo. Y cuando el Señor ya ha destruido
esos planes y esos Dones que creíamos nuestros y nos hace
como esas vasijas de barro que no pueden gloriarse de nada; entonces viene sobre nosotros esa iluminación. Es precioso cuando Dios nos da el discernimiento para ver por qué
hace eso con nosotros.
Sí, nos destruye el Señor, pero cuando ilumina
nuestra situación, entonces nos hace nuevos en Sus manos. Nos dice el texto
que las manos de Dios son el Espíritu
Santo. Él nos va haciendo, nos va modelando, somos escultura de Dios.
LA PALABRA DE LA MISERICORDIA
Yo siempre había buscado a Dios, y aunque era mi gran
"Amigo" me costaba sentir que Él me amaba, lo sabía, "sí"
pero de sentir que me amaba con tanta pobreza y con tantos pecados, eso era
otra cosa. Hasta que un día oí esta enseñanza: Rom.9, 10.
Que Dios nos ama con amor de misericordia; esto quiere decir que el corazón de Dios esta vuelto a nuestra miseria, que el
corazón de Dios asume nuestra pobreza de la misma forma que la asumió en la
Encarnación cuando se hizo presente en esta
historia, asumiendo la condición humana.
La misericordia de Dios nos ama en cuantos pecadores; no
nos ama porque somos maravillosos, no
nos ama por nuestros proyectos, no
nos ama por aquellas cosas que parecen externamente preciosas y que
podríamos ofrecérselas. Nos ama precisamente porque somos pecadores. La
misericordia de Dios se manifiesta en los que se sienten pecadores; en ese
lugar de miseria y de pobreza es dónde se manifiesta el Amor de Dios.
Nadie no ha amado por ser desagradables, ni por ser
pecadores; el único que nos ha amado así, es Jesucristo el Señor. Él asume no nuestra riqueza, sino nuestra pobreza. La
misericordia es una cualidad que no se
predica nunca del hombre, en la Biblia solo se predica de Dios. Nosotros no
somos misericordiosos y sin embargo la
necesitamos para vivir, para orar, para alabar, pero nosotros no tenemos en
nuestro corazón la misericordia. No es
propio del hombre volver su corazón a la miseria de los demás;
precisamente, lo que para nosotros es piedra de escándalo, lo que nos
crea divisiones, lo que nos crea juicios, lo
que nos crea ese falso amor que
tantas veces es de palabra. Esa es la piedra de escándalo que el Señor quiere
quitar de nuestro corazón.
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