PENTECOSTÉS


Pentecostés

Objetivo de la enseñanza: Vivir la experiencia de un Pentecostés de forma permanente desde la espiritualidad carismática.
Motivación
En la fiesta de Pentecostés se conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo. Es el cumplimiento de la Promesa, hecha por Jesús a sus apóstoles durante la Última Cena:

"Mi Padre os dará otro Abogado,
que estará con vosotros para siempre:
el espíritu de Verdad" Jn 14, 16-17


PENTECOSTÉS

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Hch 2,1-4

La promesa que Jesús hizo a sus apóstoles se cumple: "vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 5,8)
El mismo Espíritu, presente ya en el corazón de los discípulos, les llena con innumerables gracias y dones, para que esta promesa se cumpla en el mundo entero


NACIMIENTO DE LA IGLESIA

Nace la IGLESIA por la fuerza del Espíritu Santo. La Iglesia es la prolongación de la vida y de la misión de Jesús: Id por todo el mundo y predicad el EVANGELIO.
Pentecostés produce una profunda transformación interior en los Apóstoles; les capacita para anunciar el Kerigma con el fuego recibido de lo alto. Son testigos de que Jesús está vivo.
En esta efusión reciben numerosos carismas para construir la Iglesia.
        Por la acción del Espíritu Santo se forman las primeras comunidades con enorme vitalidad y energía. Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.
        Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón.
        Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se iban salvando.
El Espíritu Santo es el que anima, da fuerza a la Iglesia; una Iglesia, que si no se deja conducir según su voluntad no podrá cumplir la misión para la que fue creada:


EVANGELIZAR.

Anunciar que Cristo está vivo entre nosotros  solamente es posible con el soplo divino según    el pensamiento de S.S. Pablo VI, la gran necesidad de la Iglesia de hoy, es Él, que renueva a la faz de la tierra (Sal 104,30)
La Iglesia necesita un Pentecostés PERMANENTE.
En palabras de S.S. Juan XXIII, La Iglesia necesita, «un nuevo Pentecostés».
Espíritu Santo; la Iglesia necesita su perenne Pentecostés y S.S. Juan Pablo II expresó  el mismo deseo y el mismo anhelo: la necesidad de «un nuevo Pentecostés» para el mundo, en los umbrales del siglo XXI.
La Renovación nació al impulso soberano del Espíritu Santo, que le dio vida;   como vemos, como consecuencia del Concilio Vaticano II. No teniendo ni fundador ni fundadores. La Renovación nació de una manera carismática. No fue fruto de estudio, ni de planificación. No fue perfeccionamiento de una obra ya existente, no fue prevista. Fue una sorpresa del Espíritu.
La RCC nació con una misión. Por lo tanto, no se limita a "seguir existiendo": se proyecta hacia el logro de una visión, misión que el Señor nos va mostrando en el tiempo y sus necesidades.
La RCCE, suscitada por el Espíritu Santo nos lleva a vivir un Pentecostés permanente, a proclamar que Jesús vive hoy, que actúa y transforma nuestras vidas. Por eso le llamamos "corriente de gracia" por medio de la cual el Espíritu de Dios nos lleva a vivir de manera experiencial la realidad del Cuerpo de Cristo.
Renovación, es renovarse, es una conversión y entrega constante a Dios, una docilidad creciente al Espíritu Santo. De allí que para la Iglesia, la Renovación es un Pentecostés actual para renovar la Iglesia de hoy. La Renovación Carismática Católica (RCC), más que ser un movimiento en la Iglesia, es la Iglesia en movimiento.

La promesa del Padre, es actual hoy, para cada uno de nosotros.

Yo derramaré mi Espíritu sobre cualquier mortal.
Tus hijos y tus hijas profetizarán,
los ancianos tendrán sueños
y los jóvenes verán visiones.
Hasta sobre los siervos y las sirvientas
derramaré mi Espíritu en aquellos días.
(Joel 3, 1-2)

Todos tenemos la misión de llevar a Cristo, vivo y resucitado, dando testimonio de lo que hemos visto, oído y tocado con nuestras manos, así lo debemos comunicar, para que nuestra y vuestra alegría sea completa. (1Jn 1,1-4).
Si no efectuamos la misión encomendada, el Espíritu se apaga en nosotros y sin Espíritu somos como un cuerpo sin alma; volvemos a ser una muchedumbre de huesos secos: sin vida y sin capacidad de vivificar. Pues sólo el Espíritu vivifica (Jn 6,63; 2 Cor 3,6).
Siendo   así, la Renovación Carismática aparece como una respuesta, entre muchas otras, a la acción variada multiforme del Espíritu Santo, que quiere renovar la Iglesia de Jesús.
Pero surge de inmediato y espontáneamente una pregunta: ¿En qué consistió la gracia de ese primer Pentecostés? ¿Qué es hoy Pentecostés para mí, para mi grupo? y ¿qué hacer para que lo que sucedió entonces pueda también acontecer hoy?
Muchos tenemos una experiencia carismática, pero no es que lo hayamos conseguido del todo, como dice san Pablo.
En la RCCE tenemos unos objetivos que nos dan las pautas a seguir referente a cada uno de nosotros en diferentes niveles: personal y comunitario.
Finalidad: alcanzar la SANTIDAD: Sed santos como mi Padre y Yo somos Santos.
Estos son nuestros objetivos que nos ayudarán en el Proceso de crecimiento personal y espiritual, hasta llegar a la estatura de Cristo:

·         Promover una conversión personal a Jesucristo nuestro Señor.
·         Propiciar una apertura decisiva al Espíritu Santo.
·         Fomentar la recepción y el uso de los carismas del Espíritu.
·         Animar la obra de la evangelización en el poder del Espíritu Santo.


Impulsar un crecimiento progresivo en santidad.

Para transmitir y anunciar la Buena Nueva, tendremos que haber sido tocados y transformados por la Efusión del Espíritu: haber visto, tocado y oído a Jesús vivo y resucitado: Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos también a vosotros para que estéis en comunión con nosotros, pues nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.
Y os escribimos esto para que vuestra alegría sea completa.  (1ªJn 1, 4)
Así podremos nosotros también recoger la gran cosecha de Pentecostés (Hch capítulo 2)
El Pentecostés cristiano es también fiesta de cosecha y abundancia. Cristo es el sembrador que ha contemplado los campos dorados para la siega, pero ha dejado a otros el gozo de recoger el fruto de su siembra (Jn 4,35-38). Más aún, Él mismo es el grano que caído en tierra da fruto abundante (Jn 12,24). Pentecostés es la gran cosecha de la siembra y del sacrificio de Cristo. De hecho, ese mismo día aceptaron la Palabra y fueron bautizados unos tres mil (2,41). Sí, verdaderamente «los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (Sal. 126,5). La venida del Espíritu se muestra de manera inmediata inmensamente fecunda.

Bibliografía:
Salvador Carrillo Alday: “La Renovación Carismática un Pentecostés hoy”

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO. 9.-MODESTIA

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO. 10.-CASTIDAD

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO. 6.- MAGNANIMIDAD