LA SANACIÓN. PRIMERA PARTE
LA SANACIÓN INTERIOR: NO HAY NINGUNA HERIDA QUE SU MANO
NO PUEDA CURAR.
"El sana los corazones destrozados y venda sus heridas" (SALMO 147,3)
Con estos mecanismos vamos aprendiendo a vivir en falsedad, crecemos construyendo un yo falso dividido, desintegrado....Un yo que no soy yo, no es mi verdadero yo, no es el desarrollo de mi núcleo original de amor. Sino un yo ficticio, aprendido con el tiempo. Y cuanto mayor es mí yo falso, más alejado estoy de mi verdadero ser.
Este mundo falso es el que manda en mi vida. Nos relacionamos con Dios y con los hombres, a través de lo que sentimos: miedos, complejos, etc. más que a través de lo que pensamos y deseamos. Esta es la zona de las enfermedades psíquicas. Y la curación es una operación retorno hacia el núcleo. Hacia mi verdadero yo. Aparte del tratamiento psicológico o psiquiátrico, que deben mirarse con la normalidad de cualquier tratamiento médico, si es que son necesarios, el remedio que ofrece la fe es la oración de curación interior. Con esta curación, suelen desaparecer también las enfermedades psicosomática, es decir: dolencias físicas de causa psicológica, dolores musculares alergias, asmas, erupciones cutáneas, úlceras intestinales, infartos, artrosis....
2. Las heridas producen amargura en nosotros
Se manifiestan a través de nuestra conversación. La vemos en nuestras acciones, la revelamos en nuestras actitudes, causa trastornos en nuestra salud física.
La amargura forma paredes que nos aíslan de otros por:
3. Las
heridas causan relaciones rotas:
La sanación interior consiste en superar sucesivamente CUATRO etapas que restablezcan en el hombre su verdadera vocación.
1. Toma de conciencia de la herida, es decir de una experiencia dolorosa por falta de amor.
2. Toma de conciencia de diferentes reacciones emocionales que brotan de esta herida (sufrimiento, angustia, miedo, culpabilidades, celos....)
3. Toma de conciencia de las defensas (afán de codicia, tendencia a atraer hacia sí el afecto de los que le rodean, agresividad, síndrome de centro de mesa...)
1. Cada día dedicar momentos a la oración.
2. Orar en equipo. La comunidad y los carismas hacen más eficaz la intercesión. Imposición de manos. Acudir al ministerio de intercesión es una gracia que tenemos en Ia RCC y tenemos que acudir con más frecuencia.
3. Frecuentar la Eucaristía, que tiene ya en sí poder de sanación. Frecuentar los Sacramentos y sacramentales
4. Leer la Palabra de Dios (Sal 107; 139,13-16; Mt 8,8; Jn 15, 3 ; Ef 1,3-5). Puedes leer otra palabra que te llegue a tu corazón en este momento.
5. Dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho en tu vida y alábale continuamente.
MINISTERIO NACIONAL DE FORMACIÓN
Objetivos
- Aumentar nuestra confianza en Jesús Sanador.
- Centrarnos en la mirada de Cristo compasivo.
- Tener presente que la sanación no suele ser inmediata, sino un proceso.
"El sana los corazones destrozados y venda sus heridas" (SALMO 147,3)
Necesitamos ser curados porque todos estamos heridos
más o menos profundamente. Curarse de las heridas es a la vez curarse del
pecado, reconciliándonos con Dios, con los demás y con nosotros mismos. La
conversión requiere también de una curación. Podemos distinguir varios tipos de
enfermedades: morales, físicas, psicológicas, Aquí nos referimos a la
psíquicas, que son Ias que requieren una sanación interior.
¿Qué es la Sanación interior?
Se puede definir como la mirada misericordiosa de
Cristo sobre las heridas interiores del hombre. Heridas de su pasado, de las
que no siempre es consciente. Esta
mirada de Cristo, como la del buen
Samaritano, limpia, serena, purifica y cura. Por una parte, todas las
heridas en las que hay un sufrimiento y una angustia, y por otra, también todo
un sistema defensivo que intenta limitar la
intensidad de estas heridas para hacerlas soportables.
Cuándo intentamos, nos hacernos disponibles para que
El Señor nos vaya convirtiendo, encontramos dentro de nosotros fuerzas hostiles
con Ias que debemos enfrentarnos. Es la lucha interior que S. Pablo describe,
guiado por su propia experiencia: "Mi proceder no lo comprendo, pues no
hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco....Querer el bien, lo tengo
a mi alcance. Más no el realizarlo. Puesto que no hago el bien que quiero, sino
que obro el mal que no quiero. (Rm 7,14-19).
Este es el retrato de nuestras luchas interiores.
Las dificultades proceden de nuestra constitución somática, del temperamento y
carácter de nuestra familia, del ambiente en que crecimos, de las
circunstancias de nuestra historia personal, educación, maestros, amistades,
etc. Algunos traumas pueden provenir ya desde el seno materno. La causa
fundamental de donde proceden los comportamientos poco equilibrados suele ser
la falta de amor, el no haber recibido todo el amor que se necesitaba y en su
medida.
Todos somos vasijas de barro (2 Co. 4, 7). Dios al
crearnos a su imagen, ha hecho de cada hombre un ser para el amor. Porque Dios
es Amor (1 Jn. 4-8) .Desde los primeros días de vida, nuestro corazón de niño
aspira a ser colmado por el amor infinito.
La primera
experiencia de amor la vivimos junto al padre y la madre. Esto nos permite
llenar parcialmente, de manera sensible, nuestra "vasija". A medida
que el niño acoge el amor de sus padres, su "vasija" se va llenando.
Sin embargo, al no recibir la totalidad de amor que esperaba, ya que ha tenido
también la experiencia de la falta de amor, queda un vacío en su ser. En ese
vacío se asienta en cada uno de nosotros la herida.
- El corazón del niño es permeable al amor, pero es también excesivamente sensible a las heridas y a los golpes. Es decir: a la falta de amor, que también llamamos no-amor. Así, de seres hechos para amar y ser amados en plenitud. A veces nos hemos convertido en seres heridos por falta del suficiente amor. Y nuestra "vasija" se ha llenado de "otras cosas"....que nos impiden amar. O por lo menos no vivimos según nuestra vocación inicial que es vivir la plenitud del amor de Dios.
- En el núcleo de nuestra existencia está la semilla de la bondad, la armonía, el amor. Semilla destinada a ir creciendo armónicamente en todas las zonas del ser. Cuerpo, psiquismo, mente. El clima propicio para este crecimiento integrado es el amor. El que nos tienen y el que recibimos. Es de primera necesidad para ser y vivir normales. Pero nadie recibe todo el amor que necesita y en la dosis justa para desarrollarse equilibradamente. Padres muertos o separados, ebrios, coléricos, despóticos, riñas frecuentes en el hogar, concepción violenta, rechazos, miedos, etc.
- Como consecuencia, para poder sobrevivir, nuestro subconsciente desencadena una serie de mecanismos de defensa que compensen la falta de amor, frustraciones, agresividad, miedos, inseguridad, protagonismo, narcisismo, complejos, celos, rencores, envidias, angustia, desconfianza, rechazos, (empezando por el propio), negatividad. Etc.
Con estos mecanismos vamos aprendiendo a vivir en falsedad, crecemos construyendo un yo falso dividido, desintegrado....Un yo que no soy yo, no es mi verdadero yo, no es el desarrollo de mi núcleo original de amor. Sino un yo ficticio, aprendido con el tiempo. Y cuanto mayor es mí yo falso, más alejado estoy de mi verdadero ser.
Este mundo falso es el que manda en mi vida. Nos relacionamos con Dios y con los hombres, a través de lo que sentimos: miedos, complejos, etc. más que a través de lo que pensamos y deseamos. Esta es la zona de las enfermedades psíquicas. Y la curación es una operación retorno hacia el núcleo. Hacia mi verdadero yo. Aparte del tratamiento psicológico o psiquiátrico, que deben mirarse con la normalidad de cualquier tratamiento médico, si es que son necesarios, el remedio que ofrece la fe es la oración de curación interior. Con esta curación, suelen desaparecer también las enfermedades psicosomática, es decir: dolencias físicas de causa psicológica, dolores musculares alergias, asmas, erupciones cutáneas, úlceras intestinales, infartos, artrosis....
Somos el producto de todas las experiencias de nuestra
vida. Nuestras experiencias pasadas determinan nuestras relaciones a las
situaciones presentes. Si hubo heridas en el pasado, estas distorsionan lo que
percibimos en el presente. En la medida en que reaccionamos a un simple
problema de manera muy violenta, depresiva, etc. Podemos sacar la conclusión de
que no respondemos normalmente a las situaciones actuales porque hay muchas
ataduras en nuestra vida.
¿Cuáles son los resultados de estas heridas?
1. Las
heridas nos atan
- las heridas nos atan al que nos ha herido.
- a la amargura producida por el golpe.
- de manera que no podemos dar ni recibir amor.
2. Las heridas producen amargura en nosotros
Se manifiestan a través de nuestra conversación. La vemos en nuestras acciones, la revelamos en nuestras actitudes, causa trastornos en nuestra salud física.
La amargura forma paredes que nos aíslan de otros por:
- Temor de recibir nuevas heridas, el temor y desconfianza hacia la gente, el temor de que nuestras heridas interiores y nuestras debilidades salgan al descubierto, soledad.
- La amargura trae como resultado el rompimiento de relaciones. apartamos gente de nuestra vida, tenemos una actitud muy crítica para con los otros.
3. Las
heridas causan relaciones rotas:
- Las relaciones rotas causan ceguera en las relaciones ya que no nos permiten actuar con sabiduría, vernos a nosotros mismos con la perspectiva correcta y como Dios nos ve. Ver a otros como son en realidad con sus fortalezas y debilidades, con sus necesidades.
- Las relaciones rotas causan insensibilidad. Sólo pensamos en satisfacer nuestros deseos egoístas, no nos preocupamos sinceramente por las necesidades de los demás.
El camino para una sanación interior
Jesús quiere curar a todo el hombre entero, se preocupa
de toda persona, en todos sus componentes y dimensiones y lo hace con la fuerza
de su Espíritu. ¿De que serviría que una persona se curara de una pierna, de
una artritis o de un cáncer. Si después tiene la mente, el alma o el corazón muy enfermo o casi
muerto? El Espíritu quiere curar a todo el hombre. Y, normalmente, cuando cura
el corazón, muchas veces desaparecen también enfermedades físicas.La sanación interior consiste en superar sucesivamente CUATRO etapas que restablezcan en el hombre su verdadera vocación.
1.Tomar
conciencia de la existencia de una herida.
Se refiere al nivel emocional. La sanación comienza
por la toma de conciencia de las emociones que me habitan. Es como una vuelta
al corazón. En esta vuelta al corazón empieza por el encuentro con la mirada
que Dios me dirige. Esto es para nosotros el fundamento de la sanación
interior. Mirada de una inmensa dulzura y de una compasión tan grande, que me
ama y me perdona, que nunca me acusa.
El descubrimiento de la mirada que Dios pone sobre
mí, me penetra hasta lo más profundo de mi mismo y me permite experimentar su
amor incondicional, que nunca juzga ni condena. Esta mirada de Jesús me da
confianza, es la sanación que me permite avanzar en mi curación.
En ocasiones,
se expresará directamente mediante la presencia de la gracia en la oración.
Otras veces, esta mirada dependerá de la calidad de escucha del acompañante.
(Por eso, es tan importante escuchar orando. A fin de recibir el don de la
compasión de Cristo). También se acoge en la Iglesia, en el grupo. En otros
casos, la mirada de Jesús, se expresará durante un encuentro en una
relación de amistad o por medio de una
sencilla palabra.
Gracias a esta mirada de Jesús, podemos revivir los
acontecimientos del pasado, con una gran
dulzura. Las técnicas psicológicas permiten un resurgir emocional y mnemónico
de los acontecimientos, pero esto es a menudo excesivamente doloroso. Y deja a
la persona peor que estaba. Y lo que se necesita como dice el salmista "es
sanar el corazón y vendar la heridas". Bajo esa mirada de Amor, la persona
logra una toma de conciencia a tres niveles:
1. Toma de conciencia de la herida, es decir de una experiencia dolorosa por falta de amor.
2. Toma de conciencia de diferentes reacciones emocionales que brotan de esta herida (sufrimiento, angustia, miedo, culpabilidades, celos....)
3. Toma de conciencia de las defensas (afán de codicia, tendencia a atraer hacia sí el afecto de los que le rodean, agresividad, síndrome de centro de mesa...)
Ya hemos dicho que las técnicas que pretenden
provocar una reviviscencia emocional
son numerosas. Pero nosotros los
cristianos tenemos la mejor terapia. ES JESUS EN EL SAGRARIO. El Señor de muchas formas viene a tocar muy
profundamente al hombre en su herida, moviendo y desatando el corazón, y haciendo
salir la emoción y las lágrimas.
Al traer a la memoria las experiencias que
produjeron el trauma y los sentimientos negativos, debemos renunciar a estos
sentimientos, poniéndoles nombres (odio, miedos...) Conviene tener un papel y
escribir todo esto.
- Si es preciso, someterse a un baño de luz, es decir, detenernos algunos días en pedir al Señor que nos descubra la raíz de nuestra herida, para luego dirigir a ella nuestra oración. Por eso os digo; "todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Mrc.11-24).
2. Redescubrir el sentido, la dirección y la
meta de la vida
Una vez superado el nivel emocional, llegamos a otra
capa del ser interior el nivel intelectual. En los discípulos de Emaús (Lc. 24
13-35).se observa que Jesús les explica las Escrituras tras haberles pedido que
cuenten lo que han vivido y que expresen sus emociones.
Esta relectura del pasado caracteriza la sanación de
los recuerdos. La sanación de los recuerdos se tiene que hacer ante el Sagrario
en presencia de Dios, que aplica un bálsamo sobre todos estos sufrimientos.
Permite llegar paulatinamente al sentido que hay que dar a este sufrimiento.
Antes, no era más que una cosa absurda y me llevaba al sin-sentido. Ahora la
herida toma suavemente un sentido nuevo en la pasión de Jesús. Me doy cuenta de
manera progresiva de que el sufrimiento puede estar vinculado al amor.
* Nos hemos reconciliado
con la enfermedad. Cree que en este momento el ungüento del Espíritu Santo esta
sanando tus heridas.
3. La vuelta al camino
De momento, aún soy incapaz de ponerme en camino,
todavía estoy inmóvil: pero el Señor ha
actuado, ha empezado a tocarme y he empezado a ver, lo mismo que el
ciego Bartimeo, Jesús me pregunta: ¿Ves?
Comienzo a ver vagamente unas formas !pero no me muevo! La puesta en marcha, es
el nivel de la elección libre, de la libertad y voluntad de expresión. Este
paso es muy importante porque hará falta que yo elija perdonar y entrar en un
camino de conversión, hará falta que elija amar y acoger el amor de Dios.
- El momento de la elección es esencial porque me permite ejercer mi responsabilidad. Cuando uno llega al nivel de responsabilidad, toma conciencia del pecado. Es muy importante diferenciar el sentimiento de culpabilidad o la falsa culpabilidad de la conciencia del pecado o falta. Esto nos llevará progresivamente al perdón. Perdón recibido de Dios y perdón dado a los demás. El perdón sana y libera. Perdonar es un acto de la voluntad, no un sentimiento. El rencor nos enferma y no deja pasar la gracia sanadora. Perdonar de todo corazón, mencionando la persona con nombre y el daño que hizo. Pídele a Dios perdón por todo sentimiento negativo y perdónate a ti mismo confesándolo con tu boca. “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca confiesa para la salvación" ( Rom 10,10).
- Para entrar en el perdón tenemos que crecer en la confianza y el abandono. Cuando Dios viene a visitarme, me alcanza ahí donde estuve herido y traicionado. Por eso tenemos tanta dificultad para dejarnos amar, para abandonamos en los brazos de Dios. Es el momento capital de la sanación interior: DEJARSE HACER POR DIOS
- En cuanto aceptamos dejarnos hacer por Dios, surge el miedo, la angustia en nuestro corazón, que tiene miedo a ser traicionado de nuevo. Pero, es normal.
Este camino no se recorre en un día. Exige tiempo y
paciencia. Queremos muchas veces que la
sanación sea instantánea. Curarse significa que seguiré sintiendo
sufrimiento y angustia, pero mi manera
de vivirlos cambiará por completo. No nos podemos curar de las enfermedades
propiamente dichas. Pero si, de
ciertas reacciones a las heridas: odio,
codicia, celos, miedos, complejos, angustias...
·
Es cierto que el Señor
puede curar rápidamente. Pero por lo general, el proceso de sanación es largo.
4. La
experiencia de la unión con Dios
Aunque la
sanación es un camino que hay que recorrer con paciencia, sin embargo, la podemos
vivir ya desde ahora. No podemos esperar una sanación total instantánea. A
medida en que nos abrimos generosamente
a la acción del Espíritu, podemos ya saborear los signos del Reino aquí en la
tierra.
El Espíritu ya está actuando en nuestra vida, e incluso
exteriormente vamos viendo los frutos:
- La alegría y La paz de Dios. Teresa de Lisieux dice: "Un sufrimiento sosegado ya no es un sufrimiento".
- La presencia del Espíritu Santo se traduce por la capacidad de amar al que no me da nada, al que me hace daño. La sanación interior nos hace entrar en esta capacidad de amar, de perdonar desde la herida que tanto me dolió. El Espíritu viene a devolvernos esta capacidad del don gratuito. Aceptar y acoger el amor, creer en el amor y aceptar incluso dar gratuitamente lo que no recibí, sin esperar nada a cambio.
- El arrepentimiento, es otra experiencia de la vida en el Espíritu, es la toma de conciencia, a la vez dolorosa, porque he herido el amor. Pero a la vez siento alegría de ser amado incondicionalmente y de ser habilitado. Cualquier culpa está borrada por la confesión, pero si seguís sintiendo el agobio del sentimiento de culpabilidad, significa que aun estás en la vida psíquica y no disfrutáis de la Experiencia del Espíritu.
El espíritu Santo es la medicina que todos
necesitamos para llevar a cabo nuestra misión: reproducir la imagen, Cristo en nuestra vida. El
Espíritu Santo nos va transformando en Jesús, pero necesita de nuestra respuesta
valiente y decisiva. La sanación interior es el resultado, en una persona, de
un proceso de renovación de su mente y corazón, que trae una paz interior, que
libera del efecto negativo de los recuerdos dolorosos permite restaurar su vida presente de acuerdo al Plan
de Dios.
Para seguir por este camino que hemos ya iniciado de
nuestra sanación interior:
1. Cada día dedicar momentos a la oración.
2. Orar en equipo. La comunidad y los carismas hacen más eficaz la intercesión. Imposición de manos. Acudir al ministerio de intercesión es una gracia que tenemos en Ia RCC y tenemos que acudir con más frecuencia.
3. Frecuentar la Eucaristía, que tiene ya en sí poder de sanación. Frecuentar los Sacramentos y sacramentales
4. Leer la Palabra de Dios (Sal 107; 139,13-16; Mt 8,8; Jn 15, 3 ; Ef 1,3-5). Puedes leer otra palabra que te llegue a tu corazón en este momento.
5. Dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho en tu vida y alábale continuamente.
Si superamos sucesivamente todas estas etapas,
llegaremos a ser testigos, como los discípulos de Emaús que volvieron a Jerusalén
gritando: ¡Hemos visto a Cristo resucitado! Porque cuando uno tiene la
experiencia de la sanación interior,
lleva las marcas de CRISTO en su
propia carne. No podemos llegar a ser testigos de la muerte y de la
Resurrección del Señor si no hemos vivido con Él, en nuestra propia vida la prueba del abandono
y el descubrimiento del gran Amor de Dios frente a nuestra pobreza y
vulnerabilidad.
Este día puede ser un buen momento para recogernos
ante Dios y revisar despacio nuestra historia pasada y presente, con los
problemas, traumas, dolores que nos impiden o dificultan para avanzar con
libertad y alegría por los caminos del Señor. Puedes utilizar las reflexiones
de esta enseñanza o de algunos de los textos bíblicos indicados/
(Nota: Esta enseñanza, podría ser un momento
en el grupo para celebrar un acto penitencial o plegaria pidiendo la sanación
interior. Son ideas que te pueden ayudar.)
MINISTERIO NACIONAL DE FORMACIÓN
Bibliografía
utilizada:
“La Sanación interior”. Bernard Dubois
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
1.
¿Tienes algún testimonio
de sanación interior en tu vida?
2.
¿Te sueles poner en tu
oración bajo la mirada compasiva de Jesús?
3.
A veces nos quedamos en
nuestras heridas, a veces damos un paso. ¿has pensado si tienes que dar algún
paso más? (etapas de la sanación interior)
4.
¿Tienes en cuenta los
cinco puntos (oración, intercesión, sacramentos, palabra y alabanza) .
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