LA SANACIÓN. PRIMERA PARTE

LA SANACIÓN INTERIOR: NO HAY NINGUNA HERIDA QUE SU MANO NO PUEDA CURAR.

Objetivos

  •          Aumentar nuestra confianza en Jesús Sanador.
  •          Centrarnos en la mirada de Cristo compasivo.
  •          Tener presente que la sanación no suele ser inmediata, sino un proceso.


"El sana los corazones destrozados y venda sus heridas" (SALMO 147,3)



Necesitamos ser curados porque todos estamos heridos más o menos profundamente. Curarse de las heridas es a la vez curarse del pecado, reconciliándonos con Dios, con los demás y con nosotros mismos. La conversión requiere también de una curación. Podemos distinguir varios tipos de enfermedades: morales, físicas, psicológicas, Aquí nos referimos a la psíquicas, que son Ias que requieren una sanación interior.



¿Qué es la Sanación interior?


Se puede definir como la mirada misericordiosa de Cristo sobre las heridas interiores del hombre. Heridas de su pasado, de las que no siempre es consciente.  Esta mirada de Cristo, como la del buen  Samaritano, limpia, serena, purifica y cura. Por una parte, todas las heridas en las que hay un sufrimiento y una angustia, y por otra, también todo un sistema defensivo que intenta limitar la  intensidad de estas heridas para hacerlas soportables.


Cuándo intentamos, nos hacernos disponibles para que El Señor nos vaya convirtiendo, encontramos dentro de nosotros fuerzas hostiles con Ias que debemos enfrentarnos. Es la lucha interior que S. Pablo describe, guiado por su propia experiencia: "Mi proceder no lo comprendo, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco....Querer el bien, lo tengo a mi alcance. Más no el realizarlo. Puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. (Rm 7,14-19).


Este es el retrato de nuestras luchas interiores. Las dificultades proceden de nuestra constitución somática, del temperamento y carácter de nuestra familia, del ambiente en que crecimos, de las circunstancias de nuestra historia personal, educación, maestros, amistades, etc. Algunos traumas pueden provenir ya desde el seno materno. La causa fundamental de donde proceden los comportamientos poco equilibrados suele ser la falta de amor, el no haber recibido todo el amor que se necesitaba y en su medida.


Todos somos vasijas de barro (2 Co. 4, 7). Dios al crearnos a su imagen, ha hecho de cada hombre un ser para el amor. Porque Dios es Amor (1 Jn. 4-8) .Desde los primeros días de vida, nuestro corazón de niño aspira a ser colmado por el amor infinito.


 La primera experiencia de amor la vivimos junto al padre y la madre. Esto nos permite llenar parcialmente, de manera sensible, nuestra "vasija". A medida que el niño acoge el amor de sus padres, su "vasija" se va llenando. Sin embargo, al no recibir la totalidad de amor que esperaba, ya que ha tenido también la experiencia de la falta de amor, queda un vacío en su ser. En ese vacío se asienta en cada uno de nosotros la herida.


  • El corazón del niño es permeable al amor, pero es también excesivamente sensible a las heridas y a los golpes. Es decir: a la falta de amor, que también llamamos no-amor. Así, de seres hechos para amar y ser amados en plenitud. A veces nos hemos convertido en seres heridos por falta del suficiente amor. Y nuestra "vasija" se ha llenado de "otras cosas"....que nos impiden amar. O por lo menos no vivimos según nuestra vocación inicial que es vivir la plenitud del amor de Dios.
  • En el núcleo de nuestra existencia está la semilla de la bondad, la armonía, el amor. Semilla destinada a ir creciendo armónicamente en todas las zonas del ser. Cuerpo, psiquismo, mente. El clima propicio para este crecimiento integrado es el amor. El que nos tienen y el que recibimos. Es de primera necesidad para ser y vivir normales. Pero nadie recibe todo el amor que necesita y en la dosis justa para desarrollarse equilibradamente. Padres muertos o separados, ebrios, coléricos, despóticos, riñas frecuentes en el hogar, concepción violenta, rechazos, miedos, etc.
  • Como consecuencia, para poder sobrevivir, nuestro subconsciente desencadena una serie de mecanismos de defensa que compensen la falta de amor, frustraciones, agresividad, miedos, inseguridad, protagonismo, narcisismo, complejos, celos, rencores, envidias, angustia, desconfianza, rechazos, (empezando por el propio), negatividad. Etc.


Con estos mecanismos vamos aprendiendo a vivir en falsedad, crecemos construyendo un yo falso dividido, desintegrado....Un yo que no soy yo, no es mi verdadero yo, no es el desarrollo de mi núcleo original de amor. Sino un yo ficticio, aprendido con el tiempo. Y cuanto mayor es mí yo falso, más alejado estoy de mi verdadero ser.

Este mundo falso es el que manda en mi vida. Nos relacionamos con Dios y con los hombres, a través de lo que sentimos: miedos, complejos, etc. más que a través de lo que pensamos y deseamos. Esta es la zona de las enfermedades psíquicas. Y la curación es una operación retorno hacia el núcleo. Hacia mi verdadero yo. Aparte del tratamiento psicológico o psiquiátrico, que deben mirarse con la normalidad de cualquier tratamiento médico, si es que son necesarios, el remedio que ofrece la fe es la oración de curación interior. Con esta curación, suelen desaparecer también las enfermedades psicosomática, es decir: dolencias físicas de causa psicológica, dolores musculares alergias, asmas, erupciones cutáneas, úlceras intestinales, infartos, artrosis....


Somos el producto de todas las experiencias de nuestra vida. Nuestras experiencias pasadas determinan nuestras relaciones a las situaciones presentes. Si hubo heridas en el pasado, estas distorsionan lo que percibimos en el presente. En la medida en que reaccionamos a un simple problema de manera muy violenta, depresiva, etc. Podemos sacar la conclusión de que no respondemos normalmente a las situaciones actuales porque hay muchas ataduras en nuestra vida.



¿Cuáles son los resultados de estas heridas?


1. Las heridas nos atan

  • las heridas nos atan al que nos ha herido.
  • a la amargura producida por el golpe.
  • de manera que no podemos dar ni recibir amor.


2. Las heridas producen amargura en nosotros


Se manifiestan a través de nuestra conversación. La vemos en nuestras acciones, la revelamos en nuestras actitudes, causa trastornos en nuestra salud física.

La amargura forma paredes que nos aíslan de otros por:
  • Temor de recibir nuevas heridas, el temor y desconfianza hacia la gente, el temor de que nuestras heridas interiores y nuestras debilidades salgan al descubierto, soledad.
  • La amargura trae como resultado el rompimiento de relaciones. apartamos gente de nuestra  vida, tenemos una actitud muy crítica para con los otros.

3. Las heridas causan relaciones rotas:



  • Las relaciones rotas causan  ceguera en las relaciones ya que no nos permiten actuar con sabiduría, vernos a nosotros mismos con la perspectiva correcta y como Dios nos ve. Ver a otros como son en realidad con sus fortalezas y debilidades, con sus necesidades.
  • Las relaciones rotas causan insensibilidad. Sólo pensamos en satisfacer nuestros deseos  egoístas, no nos preocupamos sinceramente por las necesidades de los demás.



El camino para una sanación interior
Jesús quiere curar a todo el hombre entero, se preocupa de toda persona, en todos sus componentes y dimensiones y lo hace con la fuerza de su Espíritu. ¿De que serviría que una persona se curara de una pierna, de una artritis o de un cáncer. Si después tiene la mente,  el alma o el corazón muy enfermo o casi muerto? El Espíritu quiere curar a todo el hombre. Y, normalmente, cuando cura el corazón, muchas veces desaparecen también enfermedades físicas.

La sanación interior consiste en superar sucesivamente CUATRO etapas que restablezcan en el hombre su verdadera vocación.



1.Tomar conciencia de la existencia de una herida.


Se refiere al nivel emocional. La sanación comienza por la toma de conciencia de las emociones que me habitan. Es como una vuelta al corazón. En esta vuelta al corazón empieza por el encuentro con la mirada que Dios me dirige. Esto es para nosotros el fundamento de la sanación interior. Mirada de una inmensa dulzura y de una compasión tan grande, que me ama y me perdona, que nunca me acusa.


El descubrimiento de la mirada que Dios pone sobre mí, me penetra hasta lo más profundo de mi mismo y me permite experimentar su amor incondicional, que nunca juzga ni condena. Esta mirada de Jesús me da confianza, es la sanación que me permite avanzar en mi curación.


 En ocasiones, se expresará directamente mediante la presencia de la gracia en la oración. Otras veces, esta mirada dependerá de la calidad de escucha del acompañante. (Por eso, es tan importante escuchar orando. A fin de recibir el don de la compasión de Cristo). También se acoge en la Iglesia, en el grupo. En otros casos, la mirada de Jesús, se expresará durante un encuentro en una relación  de amistad o por medio de una sencilla palabra.


Gracias a esta mirada de Jesús, podemos revivir los acontecimientos del pasado,  con una gran dulzura. Las técnicas psicológicas permiten un resurgir emocional y mnemónico de los acontecimientos, pero esto es a menudo excesivamente doloroso. Y deja a la persona peor que estaba. Y lo que se necesita como dice el salmista "es sanar el corazón y vendar la heridas". Bajo esa mirada de Amor, la persona logra una toma de conciencia a tres niveles:

1.       Toma de conciencia de la herida, es decir de una experiencia dolorosa por falta de amor.

2.       Toma de conciencia de diferentes reacciones emocionales que brotan de esta herida (sufrimiento, angustia, miedo, culpabilidades, celos....)


3.       Toma de conciencia de las defensas (afán de codicia, tendencia a atraer hacia sí el afecto de los que le rodean, agresividad, síndrome de centro de mesa...)


Ya hemos dicho que las técnicas que pretenden provocar  una reviviscencia emocional son  numerosas. Pero nosotros los cristianos tenemos la mejor terapia. ES JESUS EN EL SAGRARIO. El Señor  de muchas formas viene a tocar muy profundamente al hombre en su herida, moviendo y desatando el corazón, y haciendo salir la emoción y las lágrimas.


Al traer a la memoria las experiencias que produjeron el trauma y los sentimientos negativos, debemos renunciar a estos sentimientos, poniéndoles nombres (odio, miedos...) Conviene tener un papel y escribir todo esto.
  •      Si es preciso, someterse a un baño de luz, es decir, detenernos algunos días en pedir al Señor que nos descubra la raíz de nuestra herida, para luego dirigir a ella nuestra oración. Por eso os digo; "todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Mrc.11-24).


 2. Redescubrir el sentido, la dirección y la meta de la vida


Una vez superado el nivel emocional, llegamos a otra capa del ser interior el nivel intelectual. En los discípulos de Emaús (Lc. 24 13-35).se observa que Jesús les explica las Escrituras tras haberles pedido que cuenten lo que han vivido y que expresen sus emociones.


Esta relectura del pasado caracteriza la sanación de los recuerdos. La sanación de los recuerdos se tiene que hacer ante el Sagrario en presencia de Dios, que aplica un bálsamo sobre todos estos sufrimientos. Permite llegar paulatinamente al sentido que hay que dar a este sufrimiento. Antes, no era más que una cosa absurda y me llevaba al sin-sentido. Ahora la herida toma suavemente un sentido nuevo en la pasión de Jesús. Me doy cuenta de manera progresiva de que el sufrimiento puede estar vinculado al amor.


Nos hemos reconciliado con la enfermedad. Cree que en este momento el ungüento del Espíritu Santo esta sanando tus heridas.


 3. La vuelta al camino


De momento, aún soy incapaz de ponerme en camino, todavía estoy inmóvil: pero el Señor ha  actuado, ha empezado a tocarme y he empezado a ver, lo mismo que el ciego Bartimeo, Jesús me  pregunta: ¿Ves? Comienzo a ver vagamente unas formas !pero no me muevo! La puesta en marcha, es el nivel de la elección libre, de la libertad y voluntad de expresión. Este paso es muy importante porque hará falta que yo elija perdonar y entrar en un camino de conversión, hará falta que elija amar y acoger el amor de Dios.
  •     El momento de la elección es esencial porque me permite ejercer mi responsabilidad. Cuando  uno llega al nivel de responsabilidad, toma conciencia del pecado. Es muy importante diferenciar el sentimiento de culpabilidad o la falsa culpabilidad de la conciencia del pecado o  falta. Esto nos llevará progresivamente al perdón. Perdón recibido de Dios y perdón dado a los demás. El perdón sana y libera. Perdonar es un acto de la voluntad, no un sentimiento. El rencor nos enferma y no deja pasar la gracia sanadora. Perdonar de todo corazón, mencionando la persona con nombre y el daño que hizo. Pídele a Dios perdón por todo sentimiento negativo y perdónate a ti mismo confesándolo con tu boca. “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca confiesa para la salvación" ( Rom 10,10).
  •          Para entrar en el perdón tenemos que crecer en la confianza y el abandono. Cuando Dios viene a visitarme, me alcanza ahí donde estuve herido y traicionado. Por eso tenemos tanta  dificultad para dejarnos amar, para abandonamos en los brazos de Dios. Es el momento capital de la sanación interior: DEJARSE HACER POR DIOS
  •          En cuanto aceptamos dejarnos hacer por Dios, surge el miedo, la angustia en nuestro corazón, que tiene miedo a ser traicionado de nuevo. Pero, es normal.


Este camino no se recorre en un día. Exige tiempo y paciencia. Queremos muchas veces que la  sanación sea instantánea. Curarse significa que seguiré sintiendo sufrimiento y angustia, pero mi  manera de vivirlos cambiará por completo. No nos podemos curar de las enfermedades propiamente  dichas. Pero si, de ciertas  reacciones a las heridas: odio, codicia, celos, miedos, complejos, angustias...


·         Es cierto que el Señor puede curar rápidamente. Pero por lo general, el proceso de sanación es largo.


4. La experiencia de la unión con Dios


 Aunque la sanación es un camino que hay que recorrer con paciencia, sin embargo, la podemos vivir ya desde ahora. No podemos esperar una sanación total instantánea. A medida en que nos abrimos  generosamente a la acción del Espíritu, podemos ya saborear los signos del Reino aquí en la tierra.


El Espíritu ya está actuando en nuestra vida, e incluso exteriormente vamos viendo los frutos:


  •      La alegría y La paz de Dios. Teresa de Lisieux dice: "Un sufrimiento sosegado ya no es un  sufrimiento".
  •      La presencia del Espíritu Santo se traduce por la capacidad de amar al que no me da nada, al que me hace daño. La sanación interior nos hace entrar en esta capacidad de amar, de perdonar desde la herida que tanto me dolió. El Espíritu viene a devolvernos esta capacidad del don gratuito. Aceptar y acoger el amor, creer en el amor y aceptar incluso dar gratuitamente lo que no recibí, sin esperar nada a cambio.
  •       El arrepentimiento, es otra experiencia de la vida en el Espíritu, es la toma de conciencia, a la vez dolorosa, porque he herido el amor. Pero a la vez siento alegría de ser amado incondicionalmente y de ser habilitado. Cualquier culpa está borrada por la confesión,  pero si  seguís sintiendo el agobio del sentimiento de culpabilidad, significa que aun estás en la vida psíquica y no disfrutáis de la Experiencia del Espíritu.


El espíritu Santo es la medicina que todos necesitamos para llevar a cabo nuestra misión: reproducir  la imagen, Cristo en nuestra vida. El Espíritu Santo nos va transformando en Jesús, pero necesita de nuestra respuesta valiente y decisiva. La sanación interior es el resultado, en una persona, de un proceso de renovación de su mente y corazón, que trae una paz interior, que libera del efecto negativo de los recuerdos dolorosos permite restaurar su vida presente de acuerdo al Plan de Dios.


Para seguir por este camino que hemos ya iniciado de nuestra sanación interior:

1.       Cada día dedicar momentos a la oración.


2.       Orar en equipo. La comunidad y los carismas hacen más eficaz la intercesión. Imposición de  manos. Acudir al ministerio de intercesión es una gracia que tenemos en Ia RCC y tenemos que acudir con más frecuencia.
3.       Frecuentar la Eucaristía, que tiene ya en sí poder de sanación. Frecuentar los Sacramentos y sacramentales
4.       Leer la Palabra de Dios (Sal 107; 139,13-16; Mt 8,8; Jn 15, 3 ; Ef 1,3-5). Puedes leer otra palabra que te llegue a tu corazón en este momento.
5.       Dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho en tu vida y alábale continuamente.


Si superamos sucesivamente todas estas etapas, llegaremos a ser testigos, como los discípulos de Emaús que volvieron a Jerusalén gritando: ¡Hemos visto a Cristo resucitado! Porque cuando uno tiene la experiencia de la sanación interior,  lleva las marcas de CRISTO  en su propia carne. No podemos llegar a ser testigos de la muerte y de la Resurrección del Señor si no hemos vivido con Él,  en nuestra propia vida la prueba del abandono y el descubrimiento del gran Amor de Dios frente a nuestra pobreza y vulnerabilidad.


Este día puede ser un buen momento para recogernos ante Dios y revisar despacio nuestra historia pasada y presente, con los problemas, traumas, dolores que nos impiden o dificultan para avanzar con libertad y alegría por los caminos del Señor. Puedes utilizar las reflexiones de esta enseñanza o de algunos de los textos bíblicos indicados/


 (Nota: Esta enseñanza, podría ser un momento en el grupo para celebrar un acto penitencial o plegaria pidiendo la sanación interior. Son ideas que te pueden ayudar.)

MINISTERIO NACIONAL DE FORMACIÓN



Bibliografía utilizada:


                “La Sanación interior”. Bernard Dubois

 



PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN


1.       ¿Tienes algún testimonio de sanación interior en tu vida?
2.       ¿Te sueles poner en tu oración bajo la mirada compasiva de Jesús?
3.       A veces nos quedamos en nuestras heridas, a veces damos un paso. ¿has pensado si tienes que dar algún paso más? (etapas de la sanación interior)
4.       ¿Tienes en cuenta los cinco puntos (oración, intercesión, sacramentos, palabra y alabanza) .

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