LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO. 3.- PAZ

PAZ, UN REGALO DE CRISTO RESUCITADO 

Matilde SANTOS, S.A.C

1. LA PAZ DE JESÚS

CUANDO Jesús se despedía de sus discípulos en la última cena, les decía: «Paz os dejo, la paz mía os doy; y no os la deseo como la desea el mundo» (Jn. 14,27).

No nos resulta nada difícil comprobar que el mundo no da la paz. Lo tenemos bien claro en tanto «desconcierto» internacional. Y en el mejor de los casos, el mundo se conforma con una paz ficticia. O le basta la apariencia de paz. Bastantes años hemos vivido en una paz de «guerra fría», que, en el fondo, es miedo, agitación, turbación. La paz de algunos hogares con una insuficiente relación padres-hijos no es tampoco la paz de Jesús.

Jesús, nos dice el apóstol Juan en el cap. 20,19-21, «entra», se mete en la vida de los que quieren seguirle, pero que están acobardados «con las puertas atrancadas por miedo a las autoridades judías», y les regala la paz. Es una paz inicial que no elude ni el riesgo ni la cruz. Por eso, de seguido, les enseña las manos y el costado, marcas gloriosas de su pasión.

Cuando el discípulo acepta la cruz de Jesús, se alegra en el Señor. Es la disposición que Jesús necesita para darles la paz final, cuando repite: «Paz con vosotros. Os envío...» La paz de Jesús es bagaje del enviado. Sólo anuncia de verdad a Jesús-Verdad el que tiene y transmite su paz.

2. LA PAZ, FRUTO DEL ESPÍRITU

«A continuación, Jesús sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo» (Jn. 20,22-23).
Jesús da la paz. Pero es el Espíritu Santo el que nos enseña todo, el que nos recuerda las palabras de Jesús, el que es testigo en su causa, el que nos puede guiar en toda la verdad, el que manifiesta la gloria de Dios porque es el que nos comunica las cosas de Dios y nos interpretará lo que vaya viniendo y por eso san Pablo nos invita a dejarnos guiar por el Espíritu para producir frutos del Espíritu y entre ellos, la paz.

3. LA PAZ, PLENITUD DE GOZO

La paz es un bellísimo fruto del Espíritu Santo, que Pablo cita en la carta a los Gálatas 5,22, a continuación de la caridad y el gozo. Y es que la paz del Espíritu, que sólo se da en el amor, lleva el gozo a plenitud. «Os dejo dicho esto para que compartáis mi alegría y así vuestra alegría sea total» (Jn. 15,11).

Puede uno gozar de Dios y sentir aún inquietudes interiores. La alegría plena, reposada, serena, honda, una alegría total, se alcanza con la tranquilidad de espíritu, cuando recibimos la paz.

4. LA PAZ, FRUTO DEL DON DE SABIDURÍA

El don de sabiduría, que nos hace gustar, saborear las cosas de Dios, es como el peldaño que conduce a la paz. Cuando uno puede gozar íntimamente la Palabra del Señor, la paz del Espíritu se instala en su vida. Si esa Palabra le hace sentirse «elegido» (Jn. 15,16), «siervo» (Jn. 15,20; 16,2), «testigo de la resurrección de Jesús» (Hech. 1,21; Jn. 15,26-27)..., el fruto es la paz.

La elección de Dios es una elección de amistad que genera confianza. Quien la recibe se fía de Dios, se fía de Jesús y siente la plenitud que pacifica. Ese camino de elección pasa por la persecución y el odio por causa de Jesús. Por el desprecio de las palabras de Jesús y de las de aquellos que van en su seguimiento. «No es el siervo más que su Señor». No obstante, poder «saborear» que es la causa de Jesús la que está en juego, cataliza la vivencia de la paz. Es fuente de paz tener conciencia íntima de ser testigo de la resurrección de  Jesús.

Esto se da cuando el Espíritu Santo derrama sobre nosotros su don de sabiduría que nos hace conocer  saborear quién es el Padre, quién es el Hijo, y nos transforma en testigos de la vida.


5. LA PAZ: OBRAS DE PAZ

La paz, fruto del Espíritu, son las obras de la paz. Y en esto se manifiesta la gloria del Padre (Jn. 15,8). A los que trabajan por la paz, los llama Dios hijos suyos.

Todos los que queremos dejarnos renovar por el Espíritu Santo, tenemos amplios espacios para trabajar por la paz, tanto desde la intimidad de la propia persona, como en campos abiertamente relacionales. La intercesión, la sanación, la liberación, son caminos de  paz para los demás e invitaciones a la paz. No se puede vivir en Dios, no se puede vivir la paz y eludir las necesidades de los hermanos. Cada uno tenemos un papel de pacificadores, un camino de hacer paz, una acción concreta para la paz.

Terreno privilegiado y primordial para trabajar por la paz, es el corazón del hombre; mi vida, la vida de los demás. ESPÍRITU SANTO, derrama en todas estas vidas frutos de paz. Conságranos a ti para que seamos ramas vivas del árbol del Reino de Dios, sarmientos vivos de la vid que es Jesús, el Dios de la PAZ.

Que Santa María Virgen, Reina de la Paz, interceda para que el Espíritu Santo haga realidad en nuestros corazones y en este mundo el fruto de la PAZ.

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