TESTIMONIO FRUTOS SOLO DEL AMOR.

TESTIMONIO FRUTOS SOLO DEL AMOR

F. Javier FERNÁNDEZ BERRUEZO

Se dice en las Moradas. Teresa se encontró, como sin darse cuenta, frente al dintel de la puerta que da paso a la vista del Palacio. Y no era ella quien iba, sino que la llevaba, encontrada hacia sí, Él.
Y era como una sala sin puertas ni ventanas, ni pared, ni cosa alguna que la contuviera: estaba. Tampoco la amada del Cantar de los Cantares se daba cuenta de a donde la llevaba su deseo (Ct. 6,12).

 La melodía la invadió toda en arrullos como de Paloma que corteja: «La santidad es el adorno de Mi casa. Ella es mía y Yo soy de Ella. Somos Uno en Ella. Nada ni nadie puede subsistir fuera de Ella»,
 «Déjame desposarte en la alcoba del alma tuya que te di al ser creada para amarte y enamorarte a imagen y semejanza Mía. Para poder encontrarte, así, como perseguida, como buscada entre intenciones que tú no comprendías, ni podías, ni vivías, aún cuando querías y pretendías."

«Deja que te deslumbre traspasada, empapada, anegada de aguas de vida que lo son todo, ya lavada y sustentada, perfumada y enjoyada, por principio eterno de ser y de existir en Mí con las manos del alma entrelazadas que, sin dejar de ser dos, se aprietan tanto una a otra que quisiéranse fundir en una sola, aun no queriendo por Amor ni poder dejar de ser en el Amor, ambas, cada una. Déjame que te despose, de manera que exultes como nada puede ni será sino sólo Es el Ser en conciencia en Mí hecha mía, dada a Mí, entregada a Mí, siempre Esposa amando en el Esposo, compartido, porque Uno es el Amor y Yo te doy para que tú te me enamores y me ames, como Yo ya te lavé y engalané a precio de Sangre y Cruz para, así, poder hacer, de tu no-ser, un lecho en donde dárteme y ser recibido por ti como Yo ya en Mí te tengo desde siempre. Déjateme apiadarte; que así sólo puedo encontrarte plena de aceite en tu lámpara de Amor, y, revestida, hacerte con manto de primogénito y sello real con diadema de joyas en los frutos que sólo del Amor que Yo soy, son y existen en Mí para ti, desde siempre».

Reconozco, Señor, que es verdad que Tú sabes que te amo. Hoy Señor, te dejo que me des un beso.

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